La Guerra Civil en Maranchón (1936-1939)






“La guerra civil fue la consecuencia del fracaso de una sociedad, pero no fue inevitable, ni su latido de sangre puede explicarse con el determinismo de una tragedia. Ocurrió, pero pudo no haber ocurrido”. 

Fernando García de Cortazar.


“La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido”. 

Friedrich Nietzsche.



Introducción 

    Tratar de abordar todavía hoy, 81 años después de su finalización, cualquier aspecto relacionado con la guerra civil española sigue levantando ampollas. La intención de este trabajo es precisamente la contraria. En él solo se pretende contar, basándonos siempre en los datos y documentos que hemos encontrado y que están al alcance de cualquiera que le interese, los sucesos que se desarrollaron en Maranchón, o están relacionados con él, durante la fratricida contienda desarrollada entre 1936 y 1939, procurando no entrar nunca en valoraciones personales sobre quiénes fueron los “buenos” y los “malos”, como si de una película del Oeste se tratara. Si conocemos los hechos y acciones, de un lado y del otro, podremos extraer nuestras reflexiones y elaborar un juicio propio. 

    Unas fechas, del 36 al 39, que para algunos todavía quedarán muy próximas, y por lo tanto serían mejor no recordar, pero que para otros, hoy la inmensa mayoría, pueden quedar casi tan lejos como la guerra de la Independencia contra los franceses, por poner un ejemplo. Creemos que cualquier pasaje de la historia, sea o no hoy para nosotros más o menos agradable, debe estudiarse y conocerse, precisamente para aprender y no repetir sus errores. Más si cabe cuando la gran mayoría de las personas que la sufrieron directamente y hoy podrían aportar sus vivencias y recuerdos para completarla son cada vez más escasas. 

    El único motivo que me ha llevado a escribir sobre la guerra civil es mi curiosidad por conocer un poco más esta parte de nuestra historia, al igual que he hecho con otros periodos, sin importar si se trataba de la Edad media o las guerras Carlistas. A mi generación, que pasa ya del medio siglo, nunca se nos ha contado de una manera imparcial y mínimamente completa los hechos: curiosamente la asignatura de historia siempre terminaba antes de llegar al tema que la trataba, porque el curso acababa y “no daba tiempo”. Y si se explicaba, se abordaba de manera muy superficial: hubo una guerra que ganó Franco (los “buenos”), la perdieron los “rojos” (los “malos”), y poco más.

    Trasladada la inquietud por conocer lo que pasó en España a lo que pasó “en el pueblo” durante estos años, tampoco las respuestas recibidas llegaban a satisfacer nuestra curiosidad: era un tema tabú, del que mejor no hablar porque estaba todavía muy fresco. En unos casos las respuestas estaban impregnadas de prejuicios y sesgos, totalmente naturales y entendibles, heredados de aquellos que sí vivieron directamente la contienda y contaron los hechos según les fue. En otros casos eran vagas y poco creíbles: ¿quién no ha oído decir que en Maranchón o en los pueblos de la zona no pasó nada, o prácticamente nada? ¿que todos los vecinos, como una piña, estaban a una, bien avenidos, y que no existían divergencias políticas e ideológicas? Totalmente increíble. Basta querer indagar un poco para comprobar que no era así, que como en el resto del país y no podía ser de otra manera, existía una diversidad social e ideológica con intereses contrapuestos. Y que como en cualquier otro pasaje histórico, si queremos buscar la verdad (un poco al menos) debemos tratar de meternos en la piel de sus protagonistas, de uno y otro lado, intentando entender el por qué de sus acciones, sin tener necesariamente por qué compartirlas, justificarlas o aplaudirlas. 

    Por eso creo que ha llegado el momento de contar con una perspectiva de más de 80 años la historia, y solo la historia o la “narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados” según la definición de la RAE, de este periodo de nuestra historia reciente, deseando que jamás, jamás, vuelva a repetirse. 

    Por supuesto que esta historia no es todo lo que sucedió, ni tal vez lo contado aquí se ciña fielmente a la realidad de los hechos. Simplemente quiere ser una mínima aproximación, un punto de partida para tratar de recuperar con las aportaciones de todos, de una manera sana y sin prejuicios, la historia de este negro periodo. 



1.- El alzamiento contra la República. Los primeros días. 

    Continuando España inmersa durante los primeros meses de 1936 en una profunda polarización social y política, en la noche del 12 de julio era asesinado en Madrid por pistoleros de la extrema derecha el teniente de la Guardia de Asalto e instructor de las milicias socialistas José Castillo Sáez de Tejada

    Como venganza, compañeros del teniente y milicianos socialistas, con el apoyo de un capitán de la guardia civil, la madrugada del día 13 secuestraban y asesinaban al diputado y lider monárquico José Calvo Sotelo, abandonando su cadáver en el cementerio de la Almudena. Este homicidio acabaría por convencer al partido de la CEDA , carlistas y militares todavía dubitativos, como el general Franco, a sumarse al alzamiento que desde meses atrás se estaba gestando para derrocar la República. Así, aprovechando la conmoción general en el país tras los asesinatos, el general Mola, líder de la conspiración, decidiría adelantar la fecha de la sublevación al 18 de julio, día en el que finalmente se produjo.


Cadáver de Calvo Sotelo.
    En Maranchón, cuya población como la de la mayoría de los pueblos de la zona era eminentemente tradicionalista y conservadora, y cuyos ayuntamientos estaban regidos en su mayoría por alcaldes de derechas, la conmoción por el asesinato de Calvo Sotelo provocaría que dos días después de su muerte se celebrase, a las 12 de la mañana, una misa de réquiem por su alma presidida por la Delegación Provincial de las Juventudes Tradicionalistas, en la que al finalizar se hizo una colecta que fue repartida entre los pobres de la villa [1]

    Producido el alzamiento militar el 18 de julio, una semana después la mayor parte del hoy territorio castellano-manchego continuaba bajo el control de la República, exceptuándose únicamente el reducto del alcázar de Toledo y una pequeña franja del noreste de la provincia de Guadalajara. Así, la gran mayoría de los pueblos de nuestra zona, mayoritariamente habitados por pequeños propietarios agrícolas y ganaderos, permanecerían tácitamente leales a la República, no por firme convicción política sino más bien como prudente medida en espera de ver cómo se desarrollaban los acontecimientos en España en las jornadas siguientes. En el anexo I puede consultarse el listado de aquellos pueblos de Guadalajara que optaron desde el mismo día del alzamiento por sumarse a la causa del ejército sublevado. 

El anarquista Cipriano Mera.
    En la capital alcarreña, la oficialidad militar manifestó en los primeros días el acatamiento al régimen republicano legalmente establecido, aunque encubiertamente lo que se pretendía era ganar el tiempo necesario hasta tener noticias de la columna rebelde constituida por dos batallones de regulares, requetés y falangistas que el coronel García Escámez desde Pamplona, siguiendo las órdenes del general Mola, había organizado para dirigirse a Madrid. Sin embargo, sin contar con el total apoyo de los mandos superiores y con la inacción de parte de la guardia civil de la capital alcarreña, bajo el mando del comandante de ingenieros Ortiz de Zárate, la rebelión se produce en la ciudad el día 21. Se detienen en las primeras horas a unas 400 personas, incluidas las autoridades locales y numerosos militares y efectivo0s policiales leales al gobierno. Mientras, la columna de García Escámez se encuentra todavía en Soria. 

    Guadalajara fue liberada por el ejército republicano solo un día después, tras el sangriento combate entre los sublevados y las fuerzas gubernamentales llegadas desde Madrid bajo el mando del coronel Ildefonso Puigdengolas, formadas por 4 compañías de asalto, 2 de la guardia civil, una batería de artillería y una sección de carros de asalto. A esas tropas regulares se unirían llegados desde Alcalá una columna de milicianos de la CNT y UGT bajo el mando del anarcosindicalista Cipriano Mera



Francisco Bueno García.
    Tras intentar asaltar la ciudad por el puente sobre el Henares sin conseguirlo, las tropas gubernamentales vadean el río por el sur, entrando en ella y forzando el repliegue de los sublevados hasta el cuartel de aerostación, donde finalmente se rendirán. En este empuje final será abatido junto a la iglesia de San Ginés el maranchonero del bando sublevado Francisco Bueno García [2], de tan solo 20 años. 

Tras la reocupación republicana, a pesar de la oposición de Puigdengolas, son fusilados un centenar de mandos, entre ellos el coronel Ortiz de Zárate, apresado en el parapeto que él mismo había defendido sobre el puente. Numerosos militares sublevados, religiosos y paisanos de derecha fueron capturados y recluidos en la Prisión Central de Guadalajara [3]. Entre los escasos participantes del alzamiento que consiguieron huir se encontraba el joven maranchonero Tirso Castellote Bueno, quien tras esconderse en su domicilio, lograba cruzar la línea del frente y proseguir la guerra como soldado [4]


Antonio Castellote Bueno.
Tirso Castellote Bueno.
 Esa misma noche del 22 de julio la columna de García Escámez llega a Jadraque y Miralrío. Informado del fracaso del alzamiento en Guadalajara, decide entonces cambiar su rumbo para dirigirse hacia Atienza, ocupándola el día 26. 

    Una vez recuperada Guadalajara para la República, Puigdengolas es relevado por el también coronel Jiménez Orge, estableciendo su cuartel general en Taracena. Por su parte, los milicianos de Mera sobrepasarían la columna de Jiménez Orge para alcanzar Alcolea del Pinar el día 24, quedando un retén allí. Según los recuerdos de Gregorio Escolano [5], nacido en Alcolea y que llegaría a alcanzar el grado de capitán del ejército republicano, los anarquistas requisaron comida en el pueblo, y tras destruir las imágenes religiosas prendieron fuego a la iglesia el día 26. Un día después aparecía en la carretera cerca de Estriégana el cadáver tiroteado y calcinado del entonces obispo de Sigüenza Eustaquio Nieto Martín. En sus recuerdos, Gregorio, definía a la mayoría de estos milicianos de simples ladrones. 


2.- Milicianos del Frente Popular en Maranchón. 

    Al parecer estos exaltados pasaban poco tiempo en Alcolea, trasladándose y patrullando continuamente los pueblos de la zona. Citando nuevamente a Gregorio Escolano: “algunas noches veían pasar un coche negro, “el coche de la muerte”, le llamaron”. En uno de los trayectos en dirección a Molina de Aragón, el 26 de julio un grupo de milicianos llegaba hasta Maranchón en varios coches, actuando allí de forma incontrolada. En la villa existía ya entonces un sindicato afín a la UGT, contando con numerosos afiliados entre los jornaleros, así como una Casa del Pueblo, nombre dado a las agrupaciones locales del PSOE, que había impuesto a los vecinos más pudientes una contribución pecuniaria con el fin de pagar los sueldos destinados a dar trabajo a los jóvenes parados del pueblo [6]. Igualmente, Maranchón era la cabecera de una de las zonas de propaganda del Frente Popular en las que se había dividido toda la provincia unos meses antes, teniendo como pueblos adscritos, además de Maranchón, los de Clares, Codes y Balbacil [7]. Su encargado era Manuel García Castrillo [8], responsable en 1936 de la estación telegráfica de Maranchón y protagonista fundamental en abortar los graves hechos que luego veremos. 

    Ese día 26 de julio este grupo anarquista, con el apoyo de algunos simpatizantes locales, se dedicaron a cometer diversos "actos de saqueo, coacción y pillaje" [9] contra algunos de los vecinos más pudientes, más religiosos, o bien señalados como desafectos a la República, así como contra los edificios religiosos del pueblo. En cuanto a los robos a particulares que posteriormente fueron denunciados una vez finalizada la guerra [10], Gonzalo Fraile Tabernero sufriría la incautación de un turismo Ford de cinco plazas nuevo, valorado en 10.500 ptas.; Eugenio Fernández Fernández, la incautación de otro turismo Fiat de su propiedad; la casa de Félix Castellote Castellote sería asaltada y saqueada parcialmente, destrozándose algunos muebles así como una imagen de la Sagrada Familia [11]; también fue saqueada la casa de Julián Hernández Bueno, destrozándose varios muebles y profanándose un estandarte del Sagrado Corazón [12], y la casa de Félix Monreal Monreal, propietario de la fábrica de harinas y alcalde de Maranchón en aquel momento, donde junto a idénticos destrozos serían quemadas varias imágenes religiosas [13]. También sería incautado un vehículo al entonces farmacéutico de Maranchón, D. Emilio Martínez. 

    En cuanto al saqueo a los edificios religiosos de Maranchón, fueron robados los cepillos para las limosnas de la ermita de la Virgen de los Olmos y de la iglesia parroquial [14], aunque sin hacerse con los objetos valiosos de culto ni destruir las imágenes o retablos de estos templos. Tampoco, como sí ocurrió en otros pueblos, los edificios fueron incautados en nombre del Frente Popular [15]. Una prudencia que pudo deberse a la intermediación de los sindicalistas locales, impidiendo que se cometiesen mayores desmanes. Los bienes incautados serían tasados posteriormente en unas 700 ptas. Durante el tiempo que actuaron estos grupos en Maranchón el culto quedó suspendido, ya que los propios sacerdotes, ante el temor a ser detenidos y ajusticiados, escaparon lo antes posible hacia otros lugares más seguros donde esconderse. Así mismo, los milicianos prohibieron el toque de las campanas de la parroquia durante el tiempo que permanecieron en él. 

   Pero sin duda, el suceso más grave ocurrido ese día en Maranchón sería la detención y el conato de fusilamiento sumario de ciertos vecinos. Al parecer este grupo de milicianos procedió tras los saqueos a la detención de los elementos considerados afines a la rebelión, pretendiendo con ello limpiar el pueblo de facciosos y dar un escarmiento a los posibles apoyos. Parece que entre otros [16] podrían estar D. Félix Monreal, como dijimos alcalde de Maranchón y propietario de la fábrica de harinas, D. Félix Castellote, Silvano Fernández, el cura, y el farmacéutico D. Emilio Martínez, quien aunque de ideología liberal de toda la vida podría haber salido en defensa de los anteriores. Los detenidos fueron conducidos hasta la plaza de la Fuente Vieja, donde fueron colocados en fila junto a la pared de la entonces conocida como “casa de los drogueros” (hoy ocupada por la casa rural “El Rincón de la Fuente Vieja”), frente al entonces local de la farmacia. Cuando todo estaba dispuesto para procederse al fusilamiento...

(fin del fragmento que puede visualizarse)

 
©2020 Antonio Bueno Tabernero.

Artículo registrado en el Registro de Propiedad Intelectual de Safe Creative con código 2006294604700

NOTAS:




[1] “ABC”, 16 de julio de 1936.

[2] Como homenaje, su foto aparecería en el periódico “Nueva Alcarria” el 24 de octubre de 1942.

[3] El 6 de diciembre de 1936, tras sufrir la zona norte de la ciudad un ataque de la aviación rebelde con numerosas bajas civiles, milicianos incontrolados asaltan la cárcel de Guadalajara y fusilan ininterrumpidamente a 282 presos políticos y religiosos que allí se encontraban. Entre ellos el militar maranchonero Antonio Castellote Bueno, de 26 años, y Braulio Auñón Tabernero, de 18, también militar y descendiente de Clares.

[4] Se alistaría como voluntario en el Batallón “General Mola”, siendo abatido con tan sólo 19 años el 28 de agosto de 1938, en el frente de Gandesa (Castellón). Su foto, junto con la de su hermano Antonio Castellote Bueno, aparecería publicada en el periódico “Nueva Alcarria”, el 17 de octubre de 1942.

[5] https://memoriaguadalajara.es. Escolano fallecería el 26 de abril de 2007, a los 101 años de edad.

[6] Fraile García, N.; “Maranchón (mi pueblo)”. Guadalajara, 1990.

[7] “Abril. Portavoz de las izquierdas”, 8 de febrero de 1936.

[8] “Nomenclator general de las estaciones telegráficas y telefónicas, con el personal destinado en ellas, rectificado en 1º de enero de 1936”.

[9] Serían condenados por el Juzgado de Molina de Aragón, el 24 de enero de 1939, a una pena de 10 días de arresto por robo y coacciones, los siguientes vecinos:  Pedro Atance Blanco, Daniel Blanco Lozano, Francisco Del Castillo Sanz, Modesto Fernández Garcia, Nicolas Gaitán De La Torre, Antonio Martínez Yanguas, Ventura Miguel Diez, Pablo Romero Moreno, Alejandro Sacristán Fernández, Emilio Sacristán Fernández, Eladio Sacristán Medina, Quintina Sacristán Moreno, Raimunda Hombrados Martínez, Flora Parra Hombrados, Eleuteria De La Cruz Sánchez, Úrsula Sánchez Torres y Miguel Fernández Fernández. Doce de estos vecinos fueron declarados en rebeldía, es decir, en paradero desconocido. Número del procedimiento: 903-37.

[10] Los datos sobre estos robos, saqueos y detenciones se han obtenido del formulario emitido por el ayuntamiento de Maranchón para elaborar la denominada Causa General.

[11] Los daños sufridos se tasaron en unas 750 ptas.

[12] Los daños sufridos se tasaron en unas 200 ptas. más otras 250 de lo robado. El estandarte del Corazón de Jesús tiene una curiosa historia: se cuenta en el pueblo que fue robado y tras prenderle fuego sería abandonado en una cuneta. No se sabe si por milagro o casualidad, el estandarte no ardió. De hecho si se observa con atención, todavía se puede comprobar la marca chamuscada en la parte posterior del mismo (“La Migaña”, nº 71, febrero 2010).

[13] Tasado en unas 600 ptas.

[14] El saqueo sería denunciado, aunque no pudieron localizarse a los autores “por tratarse de hordas rojas desconocidas en la localidad”.

[15] Hecho que si ocurriría con las iglesias de Molina de Aragón, donde se colocaron carteles indicando la incautación de los templos.

[16] Según Nicanor Fraile serían detenidas unas 18 personas, aunque sin dar más detalles.



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Comentarios

  1. Enhorabuena por su trabajo. Cómo se puede acceder al contenido completo del artículo?

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