Crónica Histórica Taurina de Maranchón - Primera Parte





“In memoriam” José Ramón López de los Mozos (1951-2018), 
Cronista Oficial de la Villa de Maranchón.



Desde sus inicios hasta 1939


La tradición taurina en Maranchón, como en la mayoría de los pueblos de la llamada “piel de toro” peninsular se hunde en la noche de los tiempos, estando profunda-mente arraigada en todas las culturas sucesivas que la han habitado. Nos guste o no hoy, la tauromaquia en sus diversas manifestaciones ha formado parte inseparable de las celebraciones festivas, religiosas o paganas, de nuestros pueblos. Conocer la historia y evolución de este “arte y fiesta nacional” para algunos,  o “barbarie” para otros, resulta incuestionable si queremos tratar de comprender mejor en su totalidad, sin sesgos particulares ni prejuicios personales,  cómo sentían las fiestas y se expresaban en ellas nuestros antepasados y cómo han evolucionado estos sentimientos con el transcurrir de los años. Olvidar una parte de la historia porque la consideremos desagradable o poco relevante es renegar de un capítulo que, queramos o no, forma parte íntima de nuestra cultura y de nosotros mismos. Otra cosa bien distinta es que este legado que hemos recibido no nos guste y queramos a partir de ahora transformarlo, lo que podría ser perfectamente legítimo.

En este trabajo pretendemos hacer una recopilación de los actos taurinos que desde donde tenemos noticias se realizaron en Maranchón, utilizando para ello dos fuentes fundamentales: las crónicas taurinas aparecidas de manera dispersa en la prensa y revistas especializadas en cada época y, en tiempos más próximos a nosotros, las reseñas aparecidas en los medios de comunicación y en las revistas periódicas publicadas por la Asociación Cultural “La Migaña” de Maranchón.


1.- Los orígenes: encierros y corridas en la plaza del Ayuntamiento

La primera noticia aparecida en la prensa referente a la celebración de espectáculos taurinos en Maranchón que hemos encontrado data del año 1890, aunque sin duda estos venían realizándose ya desde tiempos antiguos. El 5 de septiembre el periódico “La Correspondencia de España” anunciaba de esta manera la inminente celebración de las fiestas en la villa, con toros incluidos en el programa:

“En el pueblo de Maranchón (Guadalajara) se preparan grandes fiestas que han de celebrarse durante los días 8 y 9 del corriente, en honor de la Virgen de los Olmos, patrona del referido pueblo, quemándose una vistosa colección de fuegos artificiales antes de celebrarse la corrida de toros que preparan los aficionados de la villa”.

Los detalles de cómo se preparaban y desarrollaban los actos taurinos en Maranchón en esta época los tenemos gracias a Castor Bueno Bueno, alcalde que fuera de Maranchón en 1906, quien en un artículo publicado en 1959 en la Revista semanal “Flores y Abejas” de Guadalajara evocaba sus recuerdos y vivencias. Así sabemos que al no estar todavía construida la actual plaza de toros, el provisional albero se montaba en la plaza del Ayuntamiento, cerrándola con maderas y carros y colocando un tablado destinado a la banda de música que amenizaba el espectáculo, corriendo los gastos a cargo del concejo.

Las reses para el festejo eran compradas preferentemente en las ganaderías cercanas en Estriégana, Peralejos, La Avellaneda, Selas o Ciruelos,  un ejemplar por cada Cuadrilla participante. Estas Cuadrillas estaban formadas por entre ocho y doce miembros, teniendo cada una su nombre o apodo correspondiente, como “los Colodros”, “Los Meleros”, “Los Pequeños”, o “Los Gurriatos”, a la cual perteneció el propio Castor Bueno.

El día previo a la lidia las reses eran conducidas campo a través hasta la entrada al pueblo desde el paraje conocido como “el Prado”, cercano a “la Hoz” del río Tajuña , o de la laguna de “los Arenales”, dependiendo de la zona de procedencia del ganado. El recorrido del encierro por las calles de Maranchón se iniciaba en la llamada calle de los Toros (hoy de Ntra. Sra. De los Olmos), continuando por la calle Real hasta desembocar en la plaza del Ayuntamiento. A finales del siglo XIX cada res hacía el trayecto del encierro acompañada de cabestros de manera individual, citando y conduciendo la manada los miembros de la cuadrilla propietaria, mientras que los vecinos y las mujeres trataban de evitar que escapasen por alguna bocacalle. Estos encierros solían iniciarse a la una de la tarde, pudiéndose prolongar hasta las cinco. Así los recordaría en 1929, el por entonces farmacéutico de Maranchón, el Licenciado don Emilio Martínez :

      “¡Había que ver el entusiasmo de sus habitantes, sin distinción de sexos, en el encierro de los toros por la calle Real hasta llegar a la Plaza! ¡Hay que recordar cómo cubrían las mujeres, hasta las ancianas, las entradas de las calles adyacentes, defendiendo con ardor bélico el paso e impidiendo se desviasen los toros del camino seguir sin oponer otro obstáculo que su cuerpo y una vara! ¡Cómo olvidar aquellas desenfrenadas carreras en tropel delante de los toros y los apuros de los últimos que entraban en la Plaza a corta distancia de los pitones!... 
     Por eso, los que hemos presenciado el antiguo encierro de toros en Maranchón, no olvidaremos nunca aquél enardecimiento del ánimo, al que no era posible sustraerse, aquél desbordamiento de entusiasmo, aquella animación, aquella alegría y aquél regocijo general tan unido a la devoción de la Virgen, que llegaba a considerarse como cosa sagrada, hasta creer algunos de sus más fervientes devotos, fuese imposible honrar a Nuestra Señora de los Olmos sin aquél peculiar y clásico encierro”.


Encierro a su paso por la calle Real.

Una vez reunidos todos los toros en la plaza eran enchiquerados en los toriles preparados en el edificio situado frente al ayuntamiento y destinado antiguamente como cárcel. Después cada novillo era sacado nuevamente a la plaza para ser probado por su cuadrilla, volviéndose a enchiquerar hasta el día siguiente. Los encierros por las calles de Maranchón se celebrarían de forma más o menos continuada hasta 1953.

El año 1898, durante estas pruebas  previas “uno de los bichos alcanzó al vecino Antonio Albacete, produciéndole una grave herida en el hombro, pues uno de los cuernos le atravesó de parte a parte. El reputado médico de Madrid, D. Antolín Bueno, practicó al herido una arriesgada cura, gracias a la cual el infeliz Antonio continúa bastante mejorado”.

La lidia de los astados al día siguiente era realmente una típica capea, donde los miembros de las cuadrillas daban algún que otro capotazo y banderilleaban al novillo, banderilla a banderilla, desde los burladeros. Según Castor Bueno, en esta labor destacarían Ángel Merodio “el Cátaro” y el “Chilitos”. Al contrario que hoy, la lidia de cara res continuaba durante los dos días siguientes, cuando ya desangrados y casi moribundos se les daba la puntilla, repartiéndose posteriormente su carne entre los miembros de la cuadrilla.

Además de los aficionados locales, a estas capeas también acudirían ciertos maletillas forasteros venidos desde Madrid y otros lugares, como “El Francés”, “El Maezo”, “El Levita” o “El Pimienta”, para aprovechar y dar algunos capotazos gratis. En estos años Maranchón también tendría su torero profesional nacido en el pueblo, el banderillero Saturnino Sacristán “el Tarro”, actuando como subalterno de los espadas “Raimundo Rodríguez “Valladolid” en Teruel en 1889, o de Francisco Parrondo “Oruga” en Olivenza (Badajoz) en 1892, entre otros, toreando también en Méjico al finalizar las temporadas taurinas en España. Lamentablemente nunca tendría la oportunidad de poder lucirse en su pueblo natal.

Durante los primeros años del siglo XX los encierros y capeas en las fiestas de la Virgen de los Olmos continuarían celebrándose sin problemas a pesar algunos incidentes, como el hundimiento en 1904 de un tablado en la plaza que provocaría la muerte de una vecina y varios contusionados .

Sin embargo, ante el elevado número cogidas graves y mortales que venían su-cediéndose por toda España, al organizarse estas “capeas y corridas de toros por las calles y plazas públicas sin las precauciones necesarias para evitar desgracias personales”, haría que el rey Alfonso XIII firmase el 5 de febrero de 1908 una Real Orden Circular regulando la celebración de tales festejos. En ella se prohibía totalmente “se corran toros y vaquillas ensogados o en libertad por las calles y plazas de las poblaciones, ordenando a los Alcaldes que, bajo su estrecha responsabilidad, cuiden de la eficacia de esta prohibición”. En el caso de los pueblos sin plaza de toros estable, se dejaba al arbitrio de los gobernadores civiles la autorización de las corridas siempre y cuando se acreditasen las condiciones de seguridad exigidas. Además, al solicitar el permiso las localidades, estas debían reflejar en la instancia el número de reses a lidiar y el nombre de los encargados de la misma, comprometiéndose los alcaldes a no permitir que ninguna otra persona participase y disponer de un servicio sanitario suficiente para atender las posibles cornadas.

Tal prohibición caería como un jarro de agua fría en la afición taurina de la mayoría de los pueblos españoles, que no entendía cómo podía ponerse fin así a esta secular tradición arraigada en lo más profundo de la sociedad. Pronto surgirían las protestas, como en la Feria celebrada en Molina ese mismo año, cuando los mozos invadieron el ruedo entre la lidia de dos toros, ya que era tradicional realizar una capea entre ellos. Para apaciguarlos y hacerlos volver a sus localidades sería necesario que el propio alcalde bajara al albero a convencerles de la imposibilidad de realizarla.

En otros pueblos, como en Aragoncillo o Membrillera, a pesar de solicitarse a la autoridad gubernativa la autorización pertinente para sus tradicionales capeas, estas les serían denegadas  en agosto de 1908. En Maranchón desconocemos si ese año se acató la Orden y se suspendieron los encierros y capeas durante sus fiestas. En todo caso seguramente al año siguiente surgiría entre su población el dilema de la coplilla aparecida en un periódico  provincial:

Por celebrar capeas
sin autorización,
a dos o tres alcaldes
le van a expedientar.
Los pobres monterillas
dirán con aflicción:
- entre expedientes o broncas,
¿por qué vamos a optar?...

Ante ambas opciones, y probablemente por la fuerte presión popular, el alcalde de Maranchón don Ángel Bueno...


(Continua…)


© 2018. Antonio Bueno Tabernero

Artículo registrado en el Registro de Propiedad Intelectual de Safe Creative con código 1803226305862


Artículo completo, y otros de este blog, en el libro 

"Memoria de una tierra dormida" 
disponible en 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Historia del despoblado de Obétago.

El largo pleito entre la Marquesa de Cogolludo y el Duque de Medinaceli y sus consecuencias en la "Cuadrilla de la Sierra Alta" del Ducado. 1538-1595

Año 1452: toma de Villarroya por el Conde de Medinaceli y venganza sobre nuestras aldeas.