AÑO 1528: LOS DOS PRIMEROS MARANCHONEROS EN AMÉRICA




El 12 de octubre de 1492, tras algo más de dos meses desde su salida del puerto de Palos, en Huelva, Cristóbal Colón, al mando de la flotilla formada por la nao Santa María y las carabelas “la Pinta” y “la Niña”, pisaba por vez primera suelo americano. Al viaje del descubrimiento le seguirían progresivamente, desde entonces y durante los siglos siguientes, infinidad de expediciones en las que se embarcarían miles de personas atraídos por las riquezas y oportunidades de todo tipo que ofrecía el nuevo mundo, a quienes se decidían a abandonar España atreviéndose a cruzar el Atlántico. 

Así, entre el primero y el cuarto viaje de Colón a América, efectuado éste por el Almirante en 1502, se contabilizan hasta veinte expediciones en las que participarían un total de 101 naves (1) , si bien debemos advertir que solo la efectuada en 1502 contó ya con una flota de 32 barcos.

Desde el descubrimiento, no solo viajarían a las Indias importantes nobles o religiosos para encargarse de la administración y la evangelización de los nuevos territorios ocupados por los conquistadores españoles. Progresivamente a la llegada de estos se irían sumando las gentes humildes, dispuestas a lograr un mejor porvenir a través de su capacidad de trabajo: labradores, artesanos, criados o simples obreros atraídos por las minas de plata y las tierras de cultivo. El viaje a las Indias suponía un borrón y cuenta nueva en sus vidas, abriéndose ante ellos la posibilidad de conseguir un ascenso económico y social impensable entonces en España. En América, el simple hecho de ser súbdito de la corona española ya suponía gozar de un estatus superior al de los nativos. Y allí además, alcanzar el éxito económico se valoraba más que los rancios títulos nobiliarios peninsulares. 

Sin embargo, el sueño de alcanzar aquella tierra prometida, hacer dinero, y regresar quizás algún día al pueblo natal convertido en el rico indiano envidado por todos, raramente se cumpliría. Tal vez por ello, durante los siglos de colonización hispana, la emigración a América nunca fue una opción mayoritaria para la población española. Así se estima que, a pesar de suponer un movimiento migratorio significativo, en trescientos años poco más de ochocientas mil personas se establecieron en el nuevo mundo (2).

Según señala algún autor (3), durante los primeros veinticinco años de colonización antillana no se habrían establecido limitaciones a la emigración a los nuevos territorios. Será a partir de 1503, cuando con el objetivo de controlar el tráfico humano y comercial entre Castilla y sus territorios americanos, los Reyes Católicos creen en Sevilla la llamada Casa de la Contratación. Sus primeras funciones fueron estrictamente comerciales, alcanzando después grandes atribuciones jurisdiccionales y de gobierno que serían recortadas hacia 1524 con la creación del Consejo de Indias, institución que reemplazará a la Casa como gran órgano metropolitano de gobierno, administración  y justicia de todos los territorios hispanoamericanos.

Controlar la emigración resultó siempre para la Casa una utopía, puesto que se cree que entre 1509 y 1599, de unos 200.000 emigrantes a América, tan solo 15.480 personas lo hicieron de manera legal. Así, los emigrantes ilegales que pasaron como polizones o “llovidos”, contaron en muchas ocasiones con la complicidad de los capitanes de las naves (4).


De Maranchón a América

Como no podría ser de otra manera, entre los primeros expedicionarios a América no podían faltar algunos viajeros oriundos de Guadalajara y su actual provincia. Así cabe resaltar a Diego de Mendoza, natural de Guadalajara, quien tendría el honor de ser partícipe del descubrimiento junto a Cristóbal Colón en 1492. Seguirían sus pasos durante el siglo XVI numerosos soldados, aunque el mayor grupo de emigrantes alcarreños lo compondrían los religiosos, prestos a cristianizar a los indígenas (5)

Pero de entre todos los pioneros con destino a las Américas, dos jóvenes hermanos centrarán a partir de ahora nuestra atención. Sencillamente lo harán por el lugar del que ambos procedían, Maranchón, siendo casi con total seguridad los primeros vecinos de esta aldea en pisar el Nuevo Mundo. Y solo 36 años después de que lo hiciera Cristóbal Colón. Al menos eso parece confirmar la documentación de la que disponemos. 

Folio 96 con el asiento de los Hermanos Moreno

La noticia de su partida se recoge en uno de los denominados “Libros de Asientos de Pasajeros” del archivo de la Casa de la Contratación de Sevilla, contenido en la sección Contratación del Archivo General de Indias. En estos libros se registraban los nombres de los viajeros que pasaban a las Indias una vez habían obtenido la licencia correspondiente de la Casa de la Contratación, hecho que se verificaba en el acto de embarcar, haciéndose constar además el nombre de la nao y el del maestre que la mandaba.

Francisco y Juan Moreno, que así se llamaban ambos hermanos, tal vez estimulados por los fantasiosos relatos de los retornados que se extendían por toda la península ibérica y que sin duda también llegaron a Maranchón, decidieron un día emigrar a las Américas en búsqueda de un porvenir  mejor del que seguramente podrían alcanzar permaneciendo en su pequeña aldea castellana (6). En ella tendrían que dejar a sus padres, Antonio Moreno y Catalina de Maranchón, tristes y preocupados por su suerte en tierras tan lejanas y desconocidas.

Habían pasado ya aquellos primeros años de migración antillana y permisividad por parte de las autoridades que antes comentábamos, por lo que el primer trámite que debieron realizar Francisco y Juan para poder emigrar legalmente a América fue obtener una licencia oficial, otorgada por el Rey o expedida en su nombre por el Consejo de Indias: la llamada “licencia de pase”, que, una vez concedida, tenía la forma diplomática de una Real Cédula.

Pero para obtener este pase, a partir de 1518 y tras el desembarco en Méjico y Tierra Firme, habían comenzado a exigirse ciertos requisitos que los viajeros debían cumplir con el objetivo de impedir el paso a grupos muy concretos: los conocidos como prohibidos

Una vez con la “licencia de pase” en su poder, los dos hermanos emprenderían el camino hasta Sevilla, cuyo puerto fluvial del Guadalquivir era entonces el único punto de entrada y salida del comercio y emigración con América (7). Allí deberían solicitar a la Casa de la Contratación una nueva licencia, en este caso la llamada licencia de embarque.

Para obtenerla era necesario que el interesado presentase la “licencia de pase” en regla, y acreditase su identidad, debiendo abonar el impuesto real que grababa a personas y mercancías. Las solicitudes se completaban con las declaraciones de testigos que pudiesen avalar que quienes pretendían viajar no pertenecían al grupo de los prohibidos y que por lo tanto eran cristianos viejos (8) y no eran extranjeros (9) ni delincuentes u ociosos (10)

En el caso de Francisco y Juan Moreno, el 2 de marzo de 1528, dos testigos demostrarían la veracidad de sus identidades, condición y propósito del viaje, y darían fe de la limpieza de sangre y buena conducta de ambos (11). El primero en hacerlo sería el clérigo Pascual Sánchez (12), natural de Albarracín e hijo de Juan Sánchez y de Constanza de Codes, mientras que el segundo sería un tal Sebastián López (13), natural de Pastrana, hijo de Juan Alonso de Auñón (14) y de Mencía Díaz, vecinos igualmente de Pastrana. Desconocemos la relación que pudiera existir entre los hermanos y ambos testigos, aunque sí sabemos que estos últimos embarcaron también rumbo a América por las mismas fechas: Sebastián el 21 de marzo, en la nao del maestre Juan Garrido, y Pascual el 10 de abril (15) en la del maestre Cristóbal Vara. También podemos conjeturar por el apellido toponímico de la madre del clérigo, “de Codes”, que bien pudiera éste descender o ser natural de dicha aldea, limítrofe con la de Maranchón.

Mientras obtenían las licencias de embarque, Francisco y Juan Moreno debieron comprar sus pasajes negociando directamente con alguno de los maestres que pudiera llevarlos en su barco hasta el Nuevo Mundo. Todos los trámites y el pasaje constituían un gran desembolso económico para el interesado: se estima que el coste para pasar a América podía superar en el siglo XVI el sueldo anual de un artesano medio.

Finalmente, los dos hermanos conseguirían sus pasajes en la nao bautizada con el nombre de “Santa María Magdalena”, cuyo maestre era Hernando de Frías (16), vecino de Triana. Las principales diferencias de estos barcos de tres mástiles con las carabelas eran que, mientras que las velas de las naos eran cuadradas en las carabelas eran triangulares, éstas tenían un francobordo más bajo que las naos y solo disponían de un castillo en la popa.

Conocida popularmente entre los marinos como “La Magdalena”, la nao en la que embarcaron Francisco y Juan era propiedad del también trianero Ginés de Carrión (17). Cargada hasta los topes, con mercancías de todo tipo destinadas a los nuevos territorios americanos, sabemos que para repeler los eventuales ataques corsarios disponía de seis lombardas y seis quintales de pólvora, pudiendo ser alimentadas por dos docenas de piedras cada una. También disponía de doce pasavolantes, escopetas con plomo, molde y pólvora suficiente, cinco ballestas con sus correspondientes dardos, veinte coseletes con sus armaduras para la dotación y otras armas defensivas (18).

Y es que si durante los primeros lustros tras el descubrimiento las embarcaciones solían hacerse sin gran peligro en solitario a la mar, a partir del ataque del corsario francés Jean Florin en 1522, donde se apoderó de dos de las tres naves del tesoro azteca enviado por Hernán Cortes a España, se dispondría que las naves, sobre todo en los trayectos de regreso, tomaran ciertas precauciones como la de reunirse para navegar juntos o “en conserva”.

Los hermanos Moreno hicieron finalmente su embarque el día 10 de abril de 1528, hecho que quedaría registrado por el escribano de la Casa de la Contratación en el correspondiente Libro de Asientos de Pasajeros (19). Todavía tendrían que esperar unas semanas más a que “la Magdalena” zarpase de Sevilla, puesto que nos consta que los últimos pasajeros en embarcar en la nao lo hicieron el 5 de mayo. Creemos que poco después de esta fecha abandonaría el puerto, siguiendo el curso del Guadalquivir.

No existen demasiadas fuentes que describan la travesía de los emigrantes a Indias, pero debemos suponer el asombro y temor que debieron sentir Francisco y Juan Moreno al llegar a la desembocadura del Guadalquivir y ver por primera vez en su vida el inmenso mar. Procedentes del árido paisaje maranchonero, tal extensión de agua debió causarles sin duda una fuerte impresión, acrecentada todavía más al saberse que estarían navegando por ella durante el largo mes de viaje, soportando las duras condiciones de la vida a bordo. Eso sin contar con las posibles tempestades, calor, enfermedades, averías o ataques que pudiesen sufrir durante el trayecto.

Desde la desembocadura, “la Magdalena” pondría rumbo suroeste hasta llegar a las islas Canarias, donde haría escala y se aprovisionaría antes de dirigirse definitivamente hacia el continente americano. 

Afortunadamente, el viaje hasta América debió transcurrir sin incidencias reseñables, puesto que sabemos que “la Magdalena” ya estaba un mes después de su partida atracada en el puerto de la ciudad de Santo Domingo, en la isla de la Española, como se comprueba en una anotación sobre los derechos de almorifazgo de las mercancías que traía, perteneciente a las Cuentas de las Cajas Reales de Santo Domingo tomadas al tesorero Esteban de Pasamonte (20)

Desconocemos si Santo Domingo fue el destino de los hermanos Moreno, o si ambos prosiguieron su viaje en la misma nao hasta Nueva España, lugar donde se encontraba ese mes de agosto de 1528, según consta en una anotación del escribano de Tenustitán (21) Juan Hernández del Castillo (22). Nosotros nos inclinamos más por este último destino, puesto que desde la caída de la capital del imperio azteca en 1521 a manos de Hernán Cortés y la fundación sobre ella de la ciudad de México, hicieron de los territorios de Nueva España la principal zona de destino de los emigrantes peninsulares, relevando con ello anterior fase de poblamiento antillano. 

Fuese el que fuese el destino elegido por Francisco y Juan Moreno, todo parece indicar que ambos hermanos consiguieron llegar sanos a tierra firme. De lo que fue de ellos a partir de entonces, si lograron iniciar una nueva vida más próspera y crear allí una familia, estableciéndose definitivamente, o si regresaron ricos a España tras hacer las Américas, desgraciadamente lo desconocemos. Lo único casi totalmente seguro que podemos decir de ellos es que fueron los primeros maranchoneros americanos.

 

El Asiento de Pasajeros de los hermanos Moreno

En el folio 96 del citado Libro de Pasajeros de Indias, se conserva el asiento de ambos manuscrito por el escribano. Su lectura se hace hoy extremadamente dificultosa, ya que sobre las líneas del texto original, debido al tiempo transcurrido y la humedad, han quedado sobreimpresas de tinta parte de un registro correspondiente a la página anterior, tal y como puede observarse a continuación.


Asiento con la impregnación de tinta del folio anterior.



A pesar de ello, y tras eliminar cuidadosamente esta sobreimpresión, podemos leer y transcribir finalmente su contenido:

“Francisco Moreno [y Juan Moreno], hijo de Antonio Moreno y de Catalina de Maranchón, vecinos/ de Maranchón, tierra del duque de Medina, y pasa en la nao/ de que es maestre Hernando de Frías. Y presentó por testigo a/ Pascual Sánchez, clérigo, vecino de Albarracín de Aragón/ y a Sebastián López, vecino de Pastrana, tierra de/ Zorita (23), en dos de marzo de 1528 años”.

El asiento una vez eliminada la tinta.



©2021. Antonio Bueno Tabernero


Artículo registrado en el Registro de Propiedad Intelectual de Safe Creative 
con código 2108218816333


NOTAS:

[1] “Primeros viajes a América”, en: laamericaespanyola.wordpress.com. Junio 2016.

[2] “Hacer las Américas: los españoles que querían ser indianos”, en: www.lavanguardia.com

[3] VEITIA LINAJE, José de (1672): “Norte de la contratación de las Indias occidentales” (edición facsímil editada por el Ministerio de Hacienda en 1981: Madrid)

[4] SANZ VARELA, José Antonio: “Los Pasajeros a Indias”, en: “Tabula”, Estudios Archivísticos de Castilla y León, número 9. Salamanca, 2006.

[5] SANZ BUENO, Lupe: “Gentes de Guadalajara en América y Filipinas (desde el siglo XVI)”, en “Arriaca”, Informativo de la Casa de Guadalajara en Madrid. Núm. Extraordinario IV, Junio 1996.

[6] Según el Censo de Pecheros de Carlos I de 1528 para recaudar los Servicios (impuestos) a Su Majestad, Maranchón contaba entonces con 61 vecinos pecheros (unos 221 habitantes). En cuanto a los pueblos de su alrededor, Codes tenía 62 (223 habitantes), Balbacil 49 (177 habitantes), Clares 30 (108 habitantes), Anquela 16 (58 habitantes), Mazarete 32 (115 habitantes), Iruecha 37, y Turmiel 30 (108 habitantes). En estos datos no se incluyeron a los individuos pertenecientes a la Iglesia ni  a la Nobleza, pero sí a las viudas, menores y pobres.

[7] El crecimiento del tráfico marítimo propició la construcción de naves cada vez de mayor calado y capacidad. Los peligrosos bajíos en la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda empezaron a crear serios problemas de navegación y algunos naufragios, por los que los armadores decidieron a partir de 1680 trasladar la cabecera de la Carrera de Indias al puerto de Cádiz.

[8] "reconciliado o nuevamente convertido a nuestra Santa Fe Católica, de moro o de judío, ni hijo suyo, ni hijos ni nietos de persona que públicamente hubiere traído Sambenito (procesado por la Inquisición], ni hijos ni nietos de quemados o condenados por herejes por el delito de la hereticopravedad, por línea masculina ni femenina".

[9] Aunque existen discrepancias entre los estudiosos, parece ser que desde el descubrimiento y durante todo el siglo XVI, los únicos súbditos de la Corona Española autorizados a emigrar eran los naturales del Reino de Castilla.

[10] Hasta 1540 no siempre se prohibió su paso, puesto que aunque algunos eran delincuentes penados en España, se llegó a fomentar su emigración en determinados momentos.

[11] Desgraciadamente, los expedientes formados a todos aquellos que solicitaban la "licencia de embarque" con todos estos datos y que componen la serie de “Informaciones y Licencias de Pasajeros” de la Sección de Contratación del Archivo General de Indias, comienzan en 1534, seis años después del viaje de los hermanos Moreno.

[12] Archivo General de Indias. Libros de Asientos de Pasajeros. Signatura: CONTRATACION, 5536, L.2, F.95(8).

[13] Archivo General de Indias. Libros de Asientos de Pasajeros. Signatura: CONTRATACION, 5536, L.2, F.93(2).

[14] Localidad alcarreña próxima a Pastrana.

[15] los religiosos que pasaban a Indias tuvieron desde los primeros tiempos de la colonización los gastos de pasaje cubiertos.

[16] Volvió a viajar a Santo Domingo el 9 de junio de 1531, esta vez como maestre de la nao “San Salvador”.

[17] Hernando de Frías sería demandado en 1534 por Ginés de Carrión, hijo, reclamándole 54 pesos de oro que le diera en Nueva España para pagar cierto derecho a Su Majestad.  Finalmente sería condenado.

[18] Datos del registro del navío ''Santa María Magdalena” realizado en Sevilla en 1523. Archivo General de Indias. Signatura: CONTRATACION, 1079, N.1, R.8.

[19] Archivo General de Indias. Libros de Asientos de Pasajeros. Signatura: CONTRATACION, 5536, L.2, F.96(5).

[20] La nota del tesorero dice lo siguiente: “Ítem, se me hace cargo de noventa y cuatro pesos y tres tomines y cinco granos de oro que tengo de cobrar por un pliego firmado del dicho contador de las personas en él contenidas que parece que los deben de derechos de almorifazgo de las mercaderías  y otras cosas que trajeron en la nao nombrada La Magdalena, de que es maestre Hernando de Frías, que surgió en este puerto y se fue a la Nueva España”.

[21] Forma de referirse entonces los españoles a la capital azteca de Tenochtitlan.

[22] Según consta en el Archivo de Notarías de México, D.F., el día 31 de agosto de 1528 este escribano hacía el siguiente registro: “Gregorio de Vega, vecino de Tenustitán, otorga poder a Hernán García Sarmiento, estante en la misma ciudad, para que notificase a Hernando de Frías, maestre de la nao de Ginés Carrión nombrada la Magdalena, un mandamiento citatorio o provisión… que es del magnífico señor tesorero Alonso de Estrada, gobernador de esta Nueva España".

[23] Pastrana pertenecía entonces al Común de tierra de Zorita, bajo el señorío de la Orden de Calatrava.


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