Viajeros ilustres por el "Camino Real de Aragón" en el tramo Alcolea del Pinar - Embid . (3ª parte)



Coche de cifras de la reina María Luisa de Parma (1751-1819)

En la tercera parte de este trabajo, conoceremos a alguno de los viajeros ilustres que durante la primera parte del siglo XVIII viajaron a través del Camino Real de Aragón.

12.- Felipe V, 1701 

Tras el fallecimiento de Carlos II sin descendencia, de la mano de Felipe V una nueva dinastía, los Borbón, se asentaría en el trono español. 

En septiembre de 1701, el nuevo rey junto a todo su séquito tomaría rumbo a Barcelona desde Madrid para recibir a su prima de 13 años María Luisa Gabriela de Saboya, casándose con ella el 2 de noviembre en Figueras. Para comodidad de la futura reina se prepararía “una Carroza tallada y dorada, guarnecida por dentro de tela encarnada de plata y oro de montería, y por afuera de terciopelo carmesi, gayado de galones de oro y plata, con huecos de lo mismo”.


Felipe V (1683-1746)

De este viaje dejaría constancia en un diario [1]  Antonio Ubilla y Medina, Marqués de Rivas y secretario de estado de Felipe V, incluyendo el: 

“Itinerario, que eligió su Majestad para la jornada a Barcelona: 
De Algora, a Alcolea, 5 leguas 
De Alcolea, a Maranchón, 5 
De Maranchón, a Tortuera, 6 
De Tortuera, a Used, 5” 

La numerosísima comitiva, formada por cerca de mil personas de toda clase, condición y oficio, partiría de Madrid el 5 de septiembre hacia Barcelona. 

Así describe brevemente Ubilla el paso por nuestra zona: 

“El día ocho fue su Majestad al Lugar de Algora; a nueve a Alcolea, a diez a Maranchón y a once a Tortuera; y reconociendo su Majestad, que aún entre la poca gente de que se componían estos Lugares, se padecía mucha necesidad, sucediendo lo mismo en los demás de la Alcarria, resolvió con su clemencia perdonarlos la mitad de lo que debían de Servicios Reales hasta el año de mil y setecientos. 

En doce salió su Majestad de Tortuera para ir a Used, y pasando por Tartanedo, estaba en este lugar la villa de Molina de Aragón, que llegó a besar la mano, y después de haberla honrado con gratitud a las expresiones con que manifestó su amor, y deseo de servirle, prosiguió su Majestad el viaje…” [2]

El día 16 de septiembre el séquito llegaría a Zaragoza, donde al día siguiente el rey juraría los Fueros del reino de Aragón. La entrada a Barcelona se produciría el 2 de octubre. 


13.- Luis A. Fernández de Córdoba, 1747 

Después de Felipe V no tenemos constancia del paso de ningún otro viajero ilustre, hasta que el X Duque de Medinaceli, D. Luis Antonio Fernández de Córdoba y Spínola, señor de estas tierras, lo hiciese en octubre de 1747 en su camino a Nápoles representando al rey Fernando VI como padrino en el bautizo del primer hijo de su hermano Carlos, entonces rey de las dos Sicilias, y más tarde Carlos III de España.


Armas de los Duques de Medinaceli.
La numerosa comitiva del Duque partiría de Madrid hacia Zaragoza y Barcelona. La distancia entre la Corte y Zaragoza, 54 leguas, se cubriría en 15 días. Las etapas fijadas, recogidas en un documento del Archivo de Medinaceli [3], por nuestra zona serían: 


“De Alcolea del Pinar a Maranchón, 4 leguas. 
De Maranchón a Anchuela, 3 leguas. 
De Anchuela a Tortuera, 3 leguas 
De Tortuera a Used, 4”. 

Lamentablemente desconocemos exactamente las fechas del paso y alojamiento del Sr. Duque por nuestros pueblos. 


14.- Fray Pedro José de Parras, 1748 

Unos meses después del paso del Duque de Medinaceli, el franciscano Pedro José de Parras transitaría por el Camino Real de camino a Cádiz. 

Pedro José de Parras, natural de Pacrudo (Teruel), recibiría el 2 de agosto de 1748 en la Almunia de Doña Godina (Zaragoza) la invitación de formar parte de una expedición misionera a América, concretamente al Río de la Plata. 

Inmediatamente se pondría en camino hacia Zaragoza, saliendo en calesa de la ciudad el 24 de octubre, a las seis de la mañana, con dirección a Madrid y Cádiz, donde tenía previsto embarcarse. El relato del viaje hasta esa ciudad y de su travesía por el Atlántico, los recogería en un “Diario y derrotero de sus viajes [4], lleno de anécdotas y noticias curiosas. 

El año 1768 regresaría a España, para asistir al capítulo general de su orden a celebrar en Valencia. 

Así relataba su paso por el tramo entre Used y Torija: 

“El día 26 [de octubre] pasé muy de mañana el estrecho de la Ribera, y luego comenzamos a subir el puerto de Used… En este lugar comí a mediodía, y habiendo salido de él, y caminado como dos leguas, llegué al paraje donde se dividen los reinos de Aragón y Castilla, cuyo primer lugar es Tortuera, distante siete leguas de Daroca, donde hice noche; es un lugar pobrísimo, y así lo son todos hasta muy adentro de Castilla. Era el sábado cuando llegamos a él, y por la tarde fui personalmente a ver al cura, para pedirle licencia para decir una misa el día siguiente; y aconsejo a todos que así lo hagan; porque, sobre ser obligación, se pagan mucho de esta política; sin embargo, me pidió las licencias y cartillas de sacerdote, y se las manifesté inmediatamente. 

Esta noche me convidó a cenar en su cuarto el señor marqués de la Sierra, y me excusé diciéndole que hacía colación; sin embargo de que yo podía usar del privilegio de comer carne, por estar en Castilla. Prevengo aquí de paso, que cuando nos juntamos en los caminos con estos señores, se ha de procurar no serles molestos y edificarlos cuanto se pueda; sin embargo ha de ser con genio corriente, porque gustan mucho hallar un religioso de despejo y desembarazo, y mucho más si es noticioso y medianamente capaz. El religioso que halla estas compañías, ha de ser discreto, y no ponerse en asuntos que no entiende; mostrarse afable y nada vano ni altanero; porque hasta ahora no he visto que seglar alguno, ni aun el más relajado en sus costumbres, haya celebrado jamás la presunción y soberbia de un religioso, al paso que lo estiman mucho si es alegre y no tropieza en pelillos. Jamás ha de censurarse en nada a estos señores, si se les ve o no comer carne, etc.; porque regularmente tienen privilegios de militares, o si no lo son, estarán enfermos; no obstante, cuando se halla ocasión oportuna de introducir una plática espiritual, no hay que perderla. Es necesario también ir observando las ocasiones políticas, porque si el viajero es nuevo, estará poco impuesto en ceremonias, particularmente cuando se junta con algunos señores extranjeros. Si el religioso es aragonés, hasta imponerse, y mucho más si hay muchos tenedores en la mesa, porque es una compasión verlos en funciones de forma. 

Día 27 a las tres de la mañana, fui a la iglesia a decir misa, y concluida, tomé chocolate con el marqués. Luego se pagó a la dueña del mesón el gasto, y se tomó el camino entrando por Castilla la Nueva, a aquellos lugarcitos en que comúnmente se hace noche, como son Anchuela, Maranchón y Torija, en los que no hallé cosa especial que notar, por ser lugares pobrísimos y de poca providencia, aunque llevando plata no falta lo preciso para comer de regalo. Lo que hallé...

(CONTINÚA)

2020. Antonio Bueno Tabernero

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NOTAS:


[1] Ubilla y Medina, A.; “Diario de los viajes de Don Felipe V”. Madrid, 1704.

[2] Alenda y Mira, G.; “Relaciones de las Solemnidades y fiestas públicas de España”. Madrid, 1903

[3] «Relación del viaje del Duque de Medinaceli, D. Luís Antonio Fernández de Córdoba, a Nápoles para tener en la pila, en nombre de S.M. al Infante D. Felipe (1747-48)”, en: “Series de los más importantes documentos del archivo y biblioteca del Excmo. señor duque de Medinaceli, elegidos por su encargo y publicados a sus expensas por A. Paz y Meliá”. Iª Serie Histórica. Años 860-1814. Madrid, 1915.   

[4] De Parras, P.J.;”Diario y derrotero de sus viajes: 1749-1753. España-Río de la Plata-Córdoba-Paraguay”. Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, tomo IV, 1882.



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